El Magreb hace referencia a los países del Mediterráneo occidental y del » sol poniente «. Actualmente incluye a Marruecos, Argelia y Túnez y, por extensión, a Libia y Mauritania. El Magreb siempre ha sido contemplado como un patio trasero apetecible para las potencias europeas. Asimismo, como parte del Mediterráneo, ha sido considerada la tierra prometida de todos los imperialismos mediterráneos: Romanos, vándalos, bizantinos, árabes y turcos, por no hablar de los franceses que atravesaron la región. La historia de la interdependencia entre el Magreb y Europa es una historia de dominación, conquista, colonialismo y explotación. La situación insular del Magreb, aislado entre el Mediterráneo y el gran desierto, así como la facilidad de acceso a la región, facilitaron el control por parte de los aspirantes a conquistadores, lo que a menudo condujo a la asimilación, una fusión entre los conquistadores y las culturas locales. Desde el punto de vista económico, el Magreb funcionaba como reserva de productos primarios y como eje de las estrategias imperiales de los conquistadores.
Como en la mayoría de los países no europeos, los acontecimientos más importantes de la historia de los siglos XIX y XX son las relaciones de estos países con las potencias capitalistas e industriales. Los triunfos coloniales provocaron graves desigualdades y contradicciones, que a su vez dieron lugar a los movimientos de liberación. La historia de la concepción colonial de la región es también la historia de la aparición de las técnicas de poder colonial y de las dinámicas coloniales para crear realidades geográficas, así como de las interdependencias postcoloniales.
Porque incluso en la fase poscolonial, el Magreb y Europa están estrechamente vinculados. Con un claro dominio europeo, la UE dicta las políticas de migración, seguridad, comercio y energía y tiene el monopolio del conocimiento en el Mediterráneo y el Magreb. Se plantea entonces la pregunta de si se trata de una forma de colonialismo o incluso de imperialismo a largo plazo.